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Comer un poco de los alimentos que nos gustan cada día ayuda a rebajar


Lo importante para establecer un equilibrio nutricional es “procurarnos placer y recompensas” de fuentes alternativas a los productos que consumidos en exceso, pueden generar un deterioro en nuestra salud

Los estímulos placenteros guían el aprendizaje, ya que de forma natural el cerebro busca repetir aquellas acciones que generan estímulos agradables y provocan la liberación de dopamina en el flujo sanguíneo. Así, es posible utilizar este sistema de recompensas que guía nuestra conducta para mantener una dieta balanceada y un estilo de vida saludable.
En su investigación “La trampa del hedonismo”, la doctora especialista en nutrición Mónica Katz, quien participó en la edición 2014 de la Serie Científica Latinoamericana que se realizó a principios del mes de septiembre en Buenos Aires, Argentina, establece que lo importante para establecer un equilibrio nutricional es “procurarnos placer y recompensas” de fuentes alternativas a los productos que consumidos en exceso, pueden generar un deterioro en nuestra salud. 
La directora de la Carrera de Médico Especialista en Nutrición con Orientación en Obesidad de la  Universidad Favaloro, hace un extenso y minucioso recorrido por los mecanismos que se desatan en el cerebro cuando se recibe un estímulo placentero, y cómo éstos son capaces de generar conductas y aprendizajes que nos hacen buscar y repetir las cosas que nos brindan placer. 
Esto obedece, explica, a que las conductas de supervivencia están íntimamente ligadas a la dopamina, como el comer, el sexo y el descanso, tres actividades fundamentales para la preservación de la vida e incluso de la especie.
“El hedonismo mueve al mundo, pero va más allá de nuestro deseo de sexo, drogas, rock ´n roll y chocolate. La neurociencia está replanteando completamente el rol del placer en el cerebro y parece llegar a la conclusión de que el placer interviene en cada decisión que tomamos y hasta podría ser la base de nuestra conciencia”, comenta la doctora Katz.
En este sentido, la también fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios Hospital Carlos Durand, en Argentina, explica que regularmente la preferencia por algo disminuye a medida que aumenta el esfuerzo necesario para obtenerlo, es decir, que incluso las cosas más placenteras si requieren un esfuerzo muy alto, no generarán una conducta repetitiva para alcanzarlas.
En cambio, explica, cuando aparece un estímulo placentero, todo dependerá de la diferencia entre el nivel de dopamina que teníamos antes y el que dispara ese estímulo. Entonces, si el nivel de dopamina anterior a una conducta es menor al pico generado por ella, ésta será aprendida. Aprendemos así, y luego buscaremos repetir esa conducta.
“La dopamina es una herramienta de aprendizaje. El cerebro la libera en cantidad equivalente a la predicción de placer que la actividad otorgará. La dopamina nos motiva, nos dispara deseo y nos empuja a involucrarnos en una actividad de búsqueda”, comenta la especialista en temas de nutrición, y resalta en sus investigaciones que el efecto de la dopamina sobre la valuación no aplica sólo para eventos futuros, sino también para estímulos actuales. “Esto parece señalar que los alimentos que aumentan mucho la dopamina, refuerzan la conducta alimentaria”.
De ahí que la doctora Katz recomiende poner especial detalle en los factores que mantienen un nivel alto de dopamina, pues de esta forma se pueden aprender nuevas conductas como comer de manera más equilibrada, y en general mantener un estilo de vida más saludable.
“El sistema de recompensas es atraído por las sorpresas; presta atención selectiva a señales que predicen placer o recompensa y éstas pueden hallarse en cualquier momento o lugar. Por eso, podemos decir que las personas no queremos ni chocolate, ni pizza, ni helado, ni queso, sino simplemente todo aquello que nos hace sentir bien. Y eso puede ser muchas cosas y todas juntas, también”, expresa. Incluso recomienda que quienes estén iniciando una dieta en la que ciertos alimentos estén restringidos no dejen de hacer pequeñas “probaditas” durante varios días, hasta que al perder la “novedad” dejen de ser estimulantes para el cerebro y disminuya la tensión que genera el no poderlos comer.
“Al ver un chocolate, se libera dopamina y ésta predice el placer que se avecina. Por eso, guía a las personas a dejar lo que están haciendo para comer toda la tableta, aunque el objetivo sea perder unos kilos de peso. Esta es la razón por la cual las dietas que prohíben lo preferido, incrementan el deseo, el picoteo o el descontrol. Creo que  el mejor consejo si están tratando de perder peso, y no lo logran porque se tientan, es que  todos los días tomen una porción chica de lo que más les gusta, como si fuera un antibiótico. Verán que luego de unos siete a diez días retomarán el control sobre la comida y ya no se descontrolarán. Comer aquello que preferimos, repetidamente, disminuye la búsqueda que estamos dispuestos a realizar para obtener ese objeto”, explica.

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