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Puedes adelgazar, controlando tu mente ¿Sabes como?

El psicólogo Eric Robinson tiene una herramienta asombroso para perder peso. Es algo que todos poseemos, pero que quizás no manejamos todo lo que nos gustaría: la memoria.
Las personas que hacen dieta suelen sentir que viven en guerra contra sus estómagos, pero los psicólogos como Robinson creen que el apetito se forma tanto en nuestras mentes como en nuestros intestinos.
Tanto es así que si pretendes recordar la última vez que comiste, cree Robinson, puedes adelgazar sin sentir las pinchadas de hambre.


Falta de recuerdos
Se trata de personas con las que puedes conservar una conversación profunda y, sin embargo, 20 minutos posteriormente no tendrán ni la menor idea de quién eres.
Lo mismo les ocurre con lo que comen. En uno de los estudios más significativos sobre esta cuestión avisaron dos pacientes (un exmúsico y un exbanquero) que desplegaron amnesia anterógrada tras tolerar una infección producida por un herpes.
Los pacientes amnésicos se olvidaron de que habían comido y volvieron a tener hambre.

Variedad de sabores
A pesar de su mala memoria, los dos amnésicos no eran completamente inconscientes a la hora de comer.
En otra parte del comprobación les admitieron tantear varios tipos de alimentos, como pudín de arroz, papas o chocolate.
La mayor parte de la gente busca la variedad en los sabores. Así que si nos brindan varias opciones, la segunda vez preferiremos otra cosa. 
Al cabo de un rato le volvieron a ofrecer lo mismo.
La mayor parte de la gente busca la variedad en los sabores. Así que si nos ofrecen varias opciones, la segunda vez elegiremos otra cosa.
En este caso, los dos voluntarios amnésicos también se sintieron menos tentados por lo que ya habían comido antes, a pesar de que expresaron no tener ningún recuerdo de haberlo hecho.

Fácil de engañar
Podríamos pensar que un cerebro sano sabe celestialmente tomar nota de lo que has comido, pero indagaciones recientes muestran que es fácil engañar al cerebro.
Jeff Brunstrom, de la Universidad de Bristol, encomendó a sus voluntarios una tarea sencilla: comer un cuenco de sopa.
Para un experimento, Jeff Brunstrom enlazó un tubo con el cuenco, lo que le admitía repletar la sopa de algunos de los participantes sin que estos lo notaran. 
Sin que ellos lo supieran, Brunstrom había conectado un tubo con el cuenco, lo que le permitía rellenar la sopa de algunos de los participantes en el experimento sin que estos lo notaran.

Cuestión de distracción
Las distracciones de la vida moderna, como la televisión o los teléfonos inteligentes, logran perturbar a nuestros recuerdos de lo que hemos comido.
Brunstrom solicitó a sus voluntarios que comieran con una mano mientras jugaban al solitario con la otra.
Los copartícipes tuvieron problemas para acordarse consecutivamente de la comida, y comieron más galletas a lo largo del día.

Solución llevadera
Si esto no funciona para todo el mundo, Robinson tiene otras ideas.
En otro experimento, solicitar a los colaboradores que perpetuaran conscientemente lo que habían comido ese día concebía que no se excedieran en la siguiente comida.

Inclusive la imaginación puede ayudar: investigadores de Estados Unidos ultimaron que concebir tus caprichos con detalle siente adulterar a la mente y hacer que especule que has comido esos antojos en realidad, sometiendo el deseo de que te los comas de verdad.

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